30 abril 2011

COLOQUIO: ABEJA , PICAFLOR , TRIGO Y VIENTO







COLOQUIO: ABEJA, PICAFLOR, TRIGO Y VIENTO

EN MEDIO DE ESE CAMPO DE AMARILLENTO COLOR, EMERGÍA UN ÁRBOL DE ENREDADAS RAÍCES Y DE TORTUOSO TRONCO. RECUPERANDO SU FEALDAD LE NACÍAN DELGADAS Y ORDENADAS RAMAS QUE SE IBAN LLENANDO DE HOJAS DE BRILLANTE VERDOR. SÍ. ERA HERMOSO. SU COPA, CUAL DELICADO PEINADO FEMENINO, LE CAMBIÓ SU ROSTRO Y APARECÍA COMO UN ÁRBOL REALMENTE AGRACIADO, BELLO.

Una cansada abeja caminaba arrastrando sus alitas.

La fatiga se iba apoderando de ella. Todo el santo día sus melíferas extremidades acarrearon polen y néctar para transformarlo en miel en la pime que su familia poseía desde siempre.

Ella era una simple obrera, estéril, y esclava Su patrona era la reina del lugar a quién debía alimentar con esa miel, para que produjera camadas de nuevas abejitas, la mayoría de las cuales serían sólo obreras, como ella, al servicio de una nueva reina.

En las ramas de ese atractivo árbol, la abejita había determinado descansar de su arduo y fatigoso trabajo de ir y venir del lejano panal a un jardín que estaba cercano a ese árbol.

Total, nadie la echaría de menos. Había nacido para servir. No tenía mayores atractivos.

Estaba predeterminada a la esclavitud, a la pobreza, al trabajo de obrera y a recibir un trato que no guardaba relación con los servicios que ella prestaba.

Gracias a cientos de abejas como ella ese panal, que era su patria, su cuna, su escuela, su hogar, podía crecer y cada año de ese su panal emergerían otras generaciones que elegirían otro lugar donde establecerse y seguir la rutina heredada de ellas.

Por lo visto, esa abeja no estaba conforme. No era feliz.

Hacía comparaciones. Una de ellas era reina, llena de privilegios.

Otros eran zánganos que después de un corto período de galanes de la reina, se jubilaban y no hacían nada.

Eran un estorbo y consumían alimento que ellas, las obreras, con tanto sacrificio fabricaban.

Claro, también había cansancio, hastío y las nobles trabajadoras se ponían de acuerdo y expulsaban a esos ociosos del panal en un acto de justicia social porque en ese panal y en ningún otro existía la palabra “derechos mielígenos” que protegiera a esos compatriotas tan carentes de solidaridad laboral.

La mente de esta abejita, que quería descansar, estaba pletórica de pensamientos revolucionarios.

Pero ella nada podía hacer para cambiar su tipo de vida.

Naturaleza, madre naturaleza, lo había dispuesto así. Ella, la naturaleza, era la verdadera mandamás. Sus designios eran irrevocables.

Descansó un largo período. Y seguía vaciando su mente de sus melíferos pensamientos.

Cuando, prácticamente estaba encima de ella, se dio cuenta, que una avecilla, se posó en una rama vecina.

Para la abejita, que es pequeñita, le pareció gigante, y tuvo cierto temor.

No quería ser el almuerzo de ese extraño.

En realidad era una de las avecillas voladoras más pequeñitas.

Tenía el tronco, las alas y la cola de un color verde sucio, de brillo metálico, garganta blanca, mezclada de manchitas verdes, también de brillo metálico. Ojos grandes y brillantes.

Lo más sobresaliente para ese cuerpo pequeño, era su pico muy prolongado y delgado: la lengua larga, partida en dos filetes y mucosa, que tenía la propiedad de prolongarse hacia afuera.

Se había posado en ese árbol atrayente, a descansar.

Se trataba de un picaflor. Avecilla que vuela como ninguna.

Desde la mañana a la noche pasa cruzando el aire en busca de néctar.

Frente a una flor se coloca verticalmente, sosteniéndose en esa posición sin apoyo y sólo batiendo las alas con suma rapidez.

Examina la flor, hunde su lengua repetidamente y succiona su contenido. Repite lo mismo con otras.
Nunca se posa en una flor y rara vez se le ve descansar en una rama. En esta oportunidad sí lo hizo, ante el amedrentamiento de la abejita.

No temas, le dijo.- Los humanos, me llaman picaflor.

Me alimento de insectos pequeñitos que se hallan escondidos en el fondo de las flores y también absorbo el jugo dulce de ellas.

La abejita respiró tranquila, ese picaflor, no era su enemigo. Pero podría ser su competidor.

Así, se atrevió a decir: Me gustan las flores.

Las flores son para nosotros como las mujeres para los hombres.

¿Has oído decir a los humanos que la mujer es delicada, fresca, hermosa como pétalos de flor?

Sí, a mi me gustan las flores. Pero aquellas que lucen bonito, que son esbeltas, sus pétalos de armiños y seda.

Que tengan gran superficie. Equivale a una mujer de caderas anchas, de donde agarrarse.

Hay tantas flores lindas que tengo amistad con muchas.

Y en el orgasmo de nuestro idilio ellas me dan su jugo nectarino que es embriagador.

Y en mi locura voto su polen a diestra y siniestra y les ayudo así a reproducirse.

Pero la satisfacción, el placer es sólo conmigo. Soy su verdadero macho.

Pero, sabes, amigo picaflor, tengo muchos competidores.

Las pícaras flores cada vez se visten de mejores galas, hermosos colores, pétalos de variadas formas y aromas que penetran hasta los tuétanos.

Las flores son coquetas. Las mujeres, también son coquetas.

Lo llevan en la sangre, en los genes. Tanto las flores como las féminas, obedecen tan solo al imperativo natural:¡Hay que reproducirse!-

Y si la conjunción es entre seres afines, en los humanos, me refiero, la copulación será mejor concebida y grata.

Yo sufro, porque hay flores que me niegan la pasada.

Oye, No te molestes. Pero… tú ¿No serás un competidor mío? ¿No estarás pretendiendo a mis minas?
-
El picaflor, que pacientemente escuchaba la perorata del romántico insecto, le contestó, ufano.

Pequeño, no te preocupes. Yo tengo mis propios gustos, mis propias pololas.

Por lo general prefiero esas flores naturales, cultivadas en un hábitat nativo.

Soy el preferido de las flores de eucaliptus, del níspero.

Pero si quieres hacer bien el amor hay que venir al Sur. Y así lo hago.

Me muero por las flores del chilco ¡Qué ardiente rojo!

Los copihues ¡Qué maravilla!

Si hasta los humanos chilenos la adoptaron como flor nacional. Eso significa que ellos no deben sacarla ni por nada de los hermosos bosques donde tienen su hogar.

Tengo de amante al quintral y a otras flores vistosas.

Se visten para mí.

Me atraen con sus colores y en nuestro idilio, igual que te sucede a ti, me empapan de aromas que hacen más persistente mi amor hacia ellas.

Me roban el alma, mi corazón, mi todo.

Y en el éxtasis final me entregan su néctar que es el motivo de mi visita a ellas.

Además, esas flores son de mi exclusividad. Están hechas a mi medida.

Todas tienen sus atractivos pétalos unidos y en lo más profundo guardan el néctar que sólo una avecilla como yo puede succionar.

¡Qué cosas! .Nadie hace nada sino persigue algún provecho.

La diferencia contigo es que yo soy independiente y tú le trabajas a otros.

Si nos comparamos con los humanos: Tú eres un empleado fiscal o particular.

Estás sometido al criterio de tus jefes y ya ves, no surges.

Es verdad que tienes tu comida segura, pues tú mismo, indirectamente la provees. Pero te explotan.

En cambio yo, si fuera humano, me compararía como un trabajador por cuenta propia.

Pero los humanos, pese a que tienen imperfecciones notables, han sido capaces de ayudarse entre ellos y han creado servicios útiles a su comunidad.

Uno de los más importantes es el cuidado de sus enfermos.

En cambio nosotros carecemos de ello. Si tenemos algunos accidentes o envejecemos, nuestros “hermanos”, se portan indiferentes.

Nosotros no vamos a la escuela porque tenemos instintos que nos guían desde que nacemos.

El humano nuevo tiene que aprender, estudiar para sobrevivir dignamente y aprehender su heren
cia cultural legada por sus padres y antepasados.

Somos muy distintos.

El amor de ellos es complicado. El nuestro es ´solamente instintivo y no peleamos.

Pero nuestro amor hacia las plantas y ayudar a reproducirlas es el real aporte a este mundo y ayudamos a vivir al humano.

En eso somos superiores a él.

Por eso los hombres de valores nobles nos respetan. No nos matan.

Chao a los cazadores furtivos que nos asesinan estúpidamente.

Esta cháchara entre la abejita y el picaflor era totalmente oída por plantas de trigo que yacían rodeando al árbol donde ellos parloteaban.

Una de ellas alzó su voz y les dijo: Ustedes hablan de flores hermosas que atraen a galanes también buenosmozos para ser fecundadas.

Mis compañeras, yo y familiares, no tenemos flores hermosas.

Incluso la mayoría de los humanos nunca hablan de la flor del trigo.

La naturaleza dispuso que fuésemos útiles, ya que el humano nos usa para hacer su pan y alimentarse.

Pero no nos premió con belleza. Una cosa por otra, bella o útil.

Así- continuó la planta de trigo- ocurre con algunas hembras humanas:

Son poco agraciadas. Como se dice:”Son dejadas de la mano de Dios”,
.
Las compadezco porque a nosotras nos pasa lo mismo.

Pueden abusar de ellas por sus ansias de amor. Pero encontrarán a un galán de mala clase y sufrirán el resto de sus vidas.

Pero como en toda regla: Hay excepciones.

Mientras se lamentaba la planta de trigo, un céfiro, de noble corazón que danzaba sus moléculas de aire a un compás de dulces cadencias aprendidas de abuelos vientos, intervino en la conversación y dijo:

”Yo soy esa excepción.: Soy el galán de estas flores de trigo que carecen de belleza.

Acaricio sus colgantes anteras, llenas de polen, y se desprenden de sus madres.

Vuelan junto conmigo, en una danza de dicha y de placer hasta donde encuentran otra planta de trigo.

Se adhieren al estigma de ella, que los retiene y los envía a fusionarse con el anhelado óvulo para la gestación de frutos.

La naturaleza no abandona a sus hijos.

Yo, como hijo de Eolo, igual que el ser humano, asumo varias funciones.

La mayoría buenas y otras muy malas, igual que el hombre.

La diferencia:

El hombre está dotado de inteligencia que puede desarrollar cada día más y mejorar su mundo.
El resto de los seres y los inanimados no cambiamos.

La abejita y el picaflor, observaron, lo que podían ver, de ese transparente aire en movimiento.
Escucharon atentamente sus dichos y finalmente rieron.

Carcajeaban de alegría porque cada cual había dicho una gran verdad. Juntos demostraron poseer una gran sabiduría en sus vidas.

También, comprendieron que, junto al hombre, formaban una sola unidad:

Ambiente natural- hombre: ¡Unidad inseparable!

Habitat-hombre debe ser siempre férreo y cuidarse mutuamente. La destrucción de una de sus partes significaría la destrucción del todo

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