09 abril 2011

OTOÑO: TIEMPO PARA MEDITAR

Todo era hermoso y reluciente en esa floresta.
Los ángeles tutelares de la Primavera habían adornado ese deslumbrante terruño con floridas corolas de sonrosados y delicados pétalos, con variadas especies silvestres de plantas, cuyos colores reflejaban la naturaleza mítica de su origen.
Pero los guardianes y protectores de este oasis de belleza, eran los orgullosos árboles.
Con sus variados diseños de hojas, mostraban espléndidos, esos obsequios de la sabia naturaleza.
De pronto el viento gime airado y penetra violento entre los ramajes.
Las hojas, pulmones y vida se han ido desfigurando.
Su verde, color de esperanza, está cambiando de tono a variadas gamas de rojo, amarillo.
Sus vigorosos pecíolos, que sostenían firmemente a esos alados abanicos selváticos, se debilitan y con mucha pena no pueden sostenerlos más…
Y cual lágrimas, imposibles de retener, las hojas van cayendo impotentes de su selvático hogar.
Semejando un aluvión, el Dios Eolo hostiga inclemente al bosque.
Ya débil, entregado, acelera, implacable, la desnudez de esos asombrados hijos de la naturaleza.
Aceleradas hojas vuelan errabundas como pajaritos iniciando su primer vuelo.
No saben cuál será su destino.
Las avecillas volverán-
Pero las hojas, después de su danza aérea postrera, yacerán en tierra y, como el ser humano, se cumplirá aquello: “De polvo naciste y en polvo te convertirás”.
Finalmente, silencio, soledad.
Los árboles van sintiendo la frialdad que anuncia la rauda venida del gélido invierno y los árboles, ayer floridos, entrarán en una obligada hibernación.
Despertarán cuando los brotes en su epidermis empiecen a aparecer. Pronto se transformarán en hojas y flores.
La naturaleza con su poder milenario hará resurgir como cenizas de ave Fénix floral, este devastador desastre invernal.
Esos árboles y floresta deteriorados, cruelmente, volverán con renovada energía.
Cumplirán la noble labor de producir, rodearse de aladas hojas y abanicarlas orgullosas, con céfiros amigos, exhalando aromas matizados de primaverales fragancias.
Ha habido una ventajosa transmutación que les permitirá vivir hasta que el tiempo diga ¡Basta!.
El otoño hace infelices a esos bosques que hermoseaban el paisaje.
Sus flores primaverales y sus frutos veraniegos fenecerán.
Esos primeros verdores tapizarán alegremente el terreno boscoso.
Pero el otoño, asido de la mano del invierno, los destruirá y la familia vegetal de lindos follajes, de suaves plumas voladoras de silvestres y soñados capullos vestidos de mil colores, morirán.
Pero la mano divina superior a la naturaleza, que es su hija, los volverá una y otra vez a la vida activa, fértil y productiva.
El paisaje recibirá pinceladas de renovada belleza.
Envidio mi entorno florido. Sin olores de amarguras. Eterna primavera por mi soñada.
Nosotros los seres humanos meditamos sobre estos perennes vegetales favorecidos y calibramos su importancia-
Ellos permanecen. Nosotros sucumbimos.
Pasamos un minuto por esta existencia tan misteriosa en sus finalidades.
Tratamos de satisfacer nuestro anhelo de felicidad que será producto de nuestro medio social.
Las plantas, los bosques persisten incólumes frente a la vida.
Se renuevan, innovan, evolucionan.
Creo, son más importantes que nosotros.
Ellos nos proveen de vida.
Pero nuestro otoño nos advierte la proximidad del fin de nuestra existencia terrenal.
No, no resurgiremos como los vegetales.
A lo más dejaremos descendientes que seguirán idénticos pasos.
Por eso la presencia de otros seres humanos, nuestros hermanos, debería importarnos.
Apoyarnos. Nuestras diferencias: superarlas.
Lo mejor que podemos hacer, para querer esta vida, es unirnos.
La unión es sinónimo de amor:” Amarse los unos a los otros”.
Para mí es respetarse, comprenderse.
Iguales, como humanos; pero conservando cada cual sus opciónes, sus ideas, sus anhelos.
Tantos defectos tienen los humanos que me decepcionan profundamente sus actitudes: prepotencia, altanería, fanatismo, vanidad y muchas debilidades más.
La vida nos provee de muchas satisfacciones que debemos compartir cuando es oportuno.
Ser maduro, es no culpar a otros de lo que nos pasa.
Lo básico siempre ha sido: el auto conocerse.
Como adultos debemos superar nuestras mezquindades.
Los escritores, los poetas nos hablan maravillas y nos invitan a ser mejores y dimensionar nuestra existencia.
Pero son poco leídos…
En cambio, veo, observo, que los cantantes y compositores de ese arte llegan más al público.
Tienen muchos seguidores.
Cada generación invita a que meditemos.
Recuerdo aquello que dice: "en el fondo de la fosa, todos llevaremos la misma vestidura”.
Grafica lo que se nos olvida.
Otoño, nos invita a recapacitar, a corregirnos.
Nos recuerda que llegaremos a un final igualitario.
Entonces, ¿Por qué empeñarnos en hacer difícil nuestra existencia con actitudes ególatras?
Sólo demos amor en sus variadas formas.
No nos encerremos “en nuestra verdad”.
Tenemos demasiadas cosas en común.
Actitudes honestas, transparentes, no mitómanas, nos permitirán ver el otoño que llega, sin abandonar nuestra humana primavera.
El desenlace final será de aceptación .
Cerrar un ciclo existencial inevitable y saber que el paso por este mundo fue idílico, nos hará sentirnos: ¡Satisfechos!

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