19 febrero 2011

UNA FLOR. UN DESTINO

                            



Una flor. Un destino
¡Era hermosa!


Su altivez de perlas encendidas, miraba con orgullo su entorno  de espejismos misteriosos, brotados de las mudas y silenciosas luces de un amanecer  en calma.


Su aroma, inflamado de infinitas esencias inundaba cual esplendorosa fiesta, la verde pradera, que orgullosa enraizaba esa excelsa belleza  de flor.


Sus especiales pétalos se mecían plañideros en brazos de galantes soplos de vientos trasnochados que buscaban dejar sus juegos, ocultándose  a descansar entre esos hermosos jardines naturales.


Ella, esa flor de pétalos dorados, de espigadas hojas, enredados y elegantes tallos, se sentía la reina del lugar.


 ¿Acaso, no era hermosa, privilegiada?


La naturaleza, quizás, ¿No la había dotado con más cualidades que a sus compañeras?


Su egoísmo y su ignorancia la ponían orgullosa y esa pedantería la estaba transformando en una flor solitaria.


Su atractivo físico iría desapareciendo con las  lisonjas perversas del tiempo y su regresión, sería más notoria que la de sus humildes hermanas.


¡Las alturas marean y muchos caen!


Entre más alto, más fuerte e ignominioso es el porrazo.


El excesivo boato  atrae riesgos de todo tipo.


Eso le sucedió a esta maravilla de flor.


Un día cualquiera, e ignorando  peligro alguno, se alzó esplendorosa, como era su costumbre, a exhibir sus destacadas virtudes,  ante sus similares menos dotadas.

 De pronto la mano de un sujeto que transitaba por ese lugar, cogió a la frágil criatura hecha flor, y la arrancó de un tirón.

¡Eres muy bonita!-Fue su comentario.


La acercó a su nariz-Inhaló su perfume, que en  un acto de agónico esfuerzo, aún emitía.


Luego se deshizo de ella, lanzándola lejos.


Y se alejó silbando despreocupadamente-


Nunca sabría que su acción, tan poco ecológica, había arruinado los sueños de una reina de la  foresta.


Hoy fue una humilde  flora silvestre. Mañana será un matorral. Otro día será un bosque y nuestro natural regalo irá desapareciendo.


 Lejos, solitaria, humillada, la flor vio cómo sus sobresalientes pétalos yacían esparcidos lejos, mustios.


 De su frágil tallo quebrado, manaba una exigua savia, último suspiro de vida, de ese exótico ejemplar.


Su mundo que tanto amó y del cual ella creyó ser protagonista elegida, se iba alejando y ya no sería más.


 Natura la comprendía y sus ovarios aunque todavía inmaduros, formarían, igualmente, una nueva estirpe, al madurar sus prematuras semillas-


¡La naturaleza era su Dios y no abandona a sus hijos!


Crecerían nuevas plantitas con hermosas flores de áureos pétalos, quizás, de limitada lozanía por su  difícil formación.


 Los hombres, guardando las distancias, poseen ásperas vigilias que van cercenando sus pensamientos nobles, sus ilusiones puras y como esa flor, caen en la vanidad.


 Es una mácula  de discordia y olvidan que el destino es superior a sus deseos y sus pares rechazan al ser humano que gratuitamente se endiosa, se sobrestima, y se hace insensible a la piedad.

 La educación, la formación hacen un claro mentís a esos individuos que dejan de ser personas.


 Finalmente, viven marginados del resto, rumiando silenciosos un reinado que sólo existió en una mente dañada.


¡Un reino de soledad!


 Les conduce, lentamente al alejamiento y luego al olvido.


 Y transitarán, solitarios por un mundo llamado Alzheimer donde el alma flota en el vacío.


 Donde las estrellas apagan sus luces y el camino que van recorriendo no está salpicado ni de música, ni flores.


 Sólo el abrazo del silencio y la agonía de mustias esperanzas serán sus compañeros…


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