VOLVER A VIVIR
La sombra rastrera que encierra recuerdos
de tiempos pasados ,teñidos de oscuros
quebrantos y que deben morir,
quiere atarme a quimeras añejas,
a olvidos azules, a esperanzas muertas,
espacios vacíos y no dejarme vivir.
Yo quiero, la dicha que viene contigo, sentir.
Que mi espacio, perdido en brumoso destino
por años ,hundido en fangos tortuosos
de amores perdidos, me vuelva a invadir.
Que rosas muy rojas recubran tu celeste camino.
Y blancos, muy albos, azahares de ensueños,
circunden por siempre, contigo, mi nuevo existir.
Te he esperado ya tanto. Los cielos alejados estaban.
Hoy abren cortinas celestes que miman tu cuerpo.
Y me dicen desde lo alto: ¡Un don que esperabas!
Miro tus ojos. Acaricio tu pelo. Me siento feliz.
¿Qué importa el ayer, el pasado?.¡Están muertos!
Desde lejos has traído lo que siempre anhelado:
¡Un amor verdadero que me ayude a vivir!.
¡NUNCA LO DUDES!
La conocí-Yo caminaba con frío
intenso con que castiga la soledad.
¿Por qué deprimido? ¿Por qué solitario?
Quise aferrarme a un cariño-
¡Resultó un témpano de frialdad!
Pero el invierno llegó hasta aquí.
El destino esquivo cogió mi mano,
guió mis pasos, me acercó a ti.
Ahora, mi vida tiene otro amor.
Llena mi espacio, es silencioso,
tal vez distante, quizás lejano,.
pero cercano a mi corazón.
El amor cuando nace, no es perfecto.
Debe pulirse por el camino,.
suavizar dudas, unir anhelos,
entregar cariño y soñar los dos.
Es un precioso regalo que da el destino:
Unir dos almas. ¡Compartir amor!
Sé que me quieres en la distancia-
Así de lejos estamos los dos.
Sólo mensajes hay por las noches,
como pequeños rayos de sol.
Si tú hablaras con las estrellas
se asomarían de sus galaxias
para decirte emocionadas:
¡Quiérelo mucho! ¡Nunca lo dudes!
¡El corresponde a tu gran amor!
LA QUE NUNCA PIDIÓ NADA
Quiero recordar aquel ayer juvenil que traspasa
lejanías y que hace hermoso el vivir.
¿Te recuerdas esos días, quizás si eran primaverales?
Olían a copihues, enredaderas y a verdes cañaverales.
Toda la muchachada se me pierde en el recuerdo.
Sólo tú eras mi sombra que aguardaba impaciente
yo saliera de la sala ; tú, entrar furtivamente.
Te sentabas en mi silla; mis libros acariciabas.
Tus ojos se humedecían-¡Eras niña enamorada!
Tus pensamientos quedaban en esa mesa manchada.
Luego-, temblorosa, de mis cosas te alejabas.
Angustiada, sigilosa, con ternura de hembra joven,
te abrazabas a mi mesa y un beso en ella dejabas.
Yo te miraba venir. Indiferente pasabas.
Un día yo encontré en la mesa de mi sala,
un bordado a crochet sin corazón, ni nada.
Sólo tus pensamientos hilados, allí, estaban.
Comprendí, me decías ¡Cuánto en mí, tú pensabas!
Lo supe mucho después. Quien era esa niña
que daba su corazón aunque a ella nada daba.
Hoy estás ausente y lejana.Mil cosas yo te daría.
No eres tú quien me acompaña –Pregunto hoy a la vida:
¿Vida por qué, no me diste la que nunca pidió nada?
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