El invierno no espera…y Andrés desespera
El hombre caminaba lento. En su mano derecha sujetaba un bastón rústico, hecho de madera dura, tal vez, temo, pitra, luma. Era su apoyo vital.
Iba desde su casa hacia el otro extremo del lugar. Una población cuyas calles polvorientas hacían difícil su caminar, porque las veredas sólo eran huellas de lodosas pisadas en esos días de ya intensa pluviosidad.
Era la agonía del otoño. Los árboles que se hallaban frente a las casas tenían un semblante pálido, un aspecto esquelético. Les faltaba piel. Sus hojas habían emprendido el viaje hacia la nada.
De en vez en cuando un obrero municipal, las amontonaba y las llevaba en una carretilla de mano a cierto lugar que sólo algunas personas conocían.
Allí el tiempo soberano las transformaría en montoncitos de tierra y esa sería su tumba de fugaz descanso. Porque no era definitiva su muerte.
Tendría tarde o temprano un renacer indirecto al servir su esqueleto químico de estructura para un nuevo vegetal o de apoyo de los que ya existían. De todas maneras era un renacimiento.
El hombre ansía que eso le ocurra a él cuando su hégira de esta Tierra se produzca
Ese hombre que caminaba pensaba en todo y hacía de sus pensamientos un ramillete de dudas y esperanzas.
Peregrinó por la vida, solitario. Ahora era un anciano. Un” tercera edad”.
Sí, tuvo un hogar una familia. Su mujer le acompañó muchos años, pues se casaron jóvenes. Ahora ya no existía.
El vigor varonil y la fertilidad femenina dieron lugar a una numerosa familia.
Entonces, económicamente fue difícil el sustento. A medida que iban creciendo en edad, esos hijos, se iban yendo de ese hogar construido con amor, pero derruido por el escaso dinero. Y no volvieron más.
Y volver ¿ Para qué’?.- Viajar era oneroso porque sus trabajos eran mal pagados.
Volver ¿Para qué? Si encontrarían dos ancianos sin poder darles la atención que ellos necesitaban- Por ambos lados, miseria.
Volver ¿Para qué?-Si sus padres no eran dueño de nada. A lo mejor heredaban deudas.
No, lo sensato era no ir.
Pero ¿Y el cariño, dónde quedaba?-¿Cuál cariño?- ¿Aquel que se repartió entre muchos? ¿Aquél que se diluyó en el hambre?
No. No había motivos para volver.
Así, este hombre, llamado Andrés deambulaba solo por este mundo. No. Tenía una compañía: sus pensamientos.
Era un hombre curioso, ansioso de saber y si bien su educación no fue sino básica, su empeño en saber, era una loable obsesión.
Ganas de saber .De comprender su mundo. Nuestro mundo.
Era etílicamente sobrio. No fue su voluntad lo que prevaleció en ello, sino, como se ha dicho: No hubo dinero y sí mucho trabajo, esfuerzo para poder subsistir.
Por eso, tal vez, se desarrolló en él su interés por el conocimiento, por la sapiencia.
El aprendió a observar. Observar es barato. Y su laboratorio eran las personas y la naturaleza-También dos áreas baratas.
Poco a poco fue desarrollando un pensamiento más abstracto y empezó a cuestionarse el por qué de la existencia.
El por qué de las diferencias humanas, de las actitudes. Se cuestionó muchas cosas. Tenía tiempo...
Y así haciendo remembranzas de su vida, recordó la vez que estuvo enfermo de mediana gravedad y pasó incluso unos días en el hospital.
Cuando salió del hospital y pasó frente a la plaza del pueblo, justo por donde en ese momento transitaba, vio un hombre desconocido.( en ese lugar todos se conocían).
Estaba sentado. En su mano tenía una manzana que empezaba a mondar. Cuando Andrés pasó frente a él, el hombre le miró profundamente y algo como una sonrisa se dibujó en sus labios.
De regreso Andrés ya no vio a ese hombre.
Hoy estaba ahí., nuevamente. Sentado. Ahora su cabellera era blanca y lucía una luenga barba, grisácea- Más bien blanca.
Nada tenía en sus manos. Pero sí su mirada hacia Andrés fue más inquisitiva, más profunda.
Andrés se pudo nervioso ¿Qué tenía ese hombre que le hacía sentir así?
Apresuró su paso que es decir mucho, pues su caminar seguía siendo lento. Digamos que se alejó lo más rápido que pudo.
El estaba pensionado y su exigua entrada, sin embargo, le bastaba para subsistir medianamente
bien.
Estaba conforme. Su disconformidad se relacionaba con la vida.
Pensaba en la desorientación humana. Un pellizco de vida y no saber por qué y para qué vivirla...
Pero conoció la tecnología que ahogó a siglos de ignorancia y a través de ella liberó su oscurantismo y se auto educó y se enamoró del saber.
Conocer la obra del hombre y de la naturaleza produce desasosiego, inquietud, incertidumbre.
Al lado del pensador camina otro ser ajeno a su preocupación y viviendo la vida sin cuestionarla.
A su manera es feliz. Libre de complicaciones. Su norte es satisfacer sus necesidades, sus instintos.
¿Para qué ahondar en profundidades tan inaccesibles? ¿Para qué encerrarse, aprisionarse en abismos que no producían ganancias?
No. Vivir es el lema. Y “a concho.”
Pero .Andrés, sabía, que ese proceder, no era sostenible.
Andrés había leído que, la vida no es otra cosa que interrelación del sujeto con todo cuanto le envuelve. Eso aseguraba la existencia del ser como tal.
“Porque todo parece correr a un objeto ¡Existir!..Todo ser vivo parece animado por una intención ¡Mantenerse! La vida parece mostrar una finalidad: ¡Perpetuarse!”(Augusto Pi Suñer).
El hombre, simple accidente, corre arrastrado por la corriente trascendental hacia un Destino!
Eso preocupaba a Andrés. El era un simple eslabón en la cadena de la vida. Cumplió con perpetuarla a través de sus hijos... La vida se inmortalizaba, pero él no.
Ese Destino no le parecía justo. ¿Cuál fue el premio? ¿Cuál fue la recompensa?
Segundos de goce con su mujer. Atisbo de satisfacción en el comer, etc. etc.
Hubo placeres que soslayaron lo importante: ¡Matar el tiempo!
Desde su niñez, como todos los humanos, la naturaleza los hizo sobrevivir para reproducirse, para ¡Perpetuarse!
Realmente eran juguetes del destino:
Era la cena seleccionada por el condenado a la pena capital.
Es el ser humano, “las vírgenes que se sacrificarían a los dioses”, para tenerlos contentos y eran cuidadas amorosamente,” Incautamente” felices.
¡Eran engañadas!
Nosotros, los humanos, hemos sido engañados por la naturaleza. Somos juguetes de ella.
La Tierra es nuestro Paraíso por un tiempo. Debemos cuidarlo, especialmente para nuestros hijos, para nuestros descendientes. ¡Hay que cooperar con el engaño!.
La naturaleza, pensaba Andrés, era inteligente. Es la trampa que por miles de años ha puesto a disposición del hombre.
¿Trampa o desafío? ¿Podrá el hombre más adelante superar la bajeza a que natura le somete?
¿Podrá rebelarse y ser libre verdaderamente y disponer de su destino?
Andrés, suspiraba, melancólicamente, porque él sabía que el invierno lo estaba esperando para desarmarlo, como desarticulaba a los árboles, a la vegetación.
Andrés, como humano que era, y anticipándose a su designio, miraba angustiado al cielo, buscando una seña de protección a su debilidad humana.
Sí, estaba angustiado, y así como personas”creen ver a Dios, a la Virgen, a Santos”, apariciones en general, motivados por el miedo, el temor, la soledad, el desamor, etc., Andrés inventó en su mente, a ese hombre, que él, siempre pensó lo esperaba.
¿Para qué?
Así como el ocio, la ignorancia son malas consejeras; también, la preocupación por este tipo de cosas tan trascendentales provocan, en personas débiles, trastornos psíquicos imperceptibles, pero que, poco a poco, se van masificando y transformando en un prematuro trastorno psíquico mayor.
Andrés tuvo dos grandes temores:
Cuando se hospitalizó y convalecía; y ahora, cuando los años se iban acumulando en su cuerpo.
Sus aprehensiones en cuanto al futuro que le esperaba lo angustiaba y veía en ese hombre sentado en la plaza, como a su protector o a su guía hacia el más allá.
El invierno, cruel enviado del Destino, no ha llegado, aún, para Andrés.
A Andrés continuaremos viéndole por esas calles solitarias, ahora ya pavimentadas.
Meditando sus temores, razonando sus inquietudes. Todo ello ayudándole a ser diferente o quizás normal. Porque ha estado acumulando experiencias que junto a su bastón, le sostienen y le dan vida.
Andrés irá comprendiendo que, toda manifestación vital se cumple con vistas a un futuro, al cumplimiento de un objeto, lo cual hace posible la vida. Sin ello no habría vida.
Pero, ¿Cuál es el propósito de todo esto?-No lo sabemos.-
“Andrés” ¡Somos todos los seres humanos!
Y cuál más cuál menos, subrepticiamente, solemos pensar como él.
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