Me levanté temprano ese día. Era hermoso despertar pues el sol guiñaba un ojo asomado en la ventana de mi dormitorio. Sí, era un sol radiante, ya primaveral. El invierno se recogía avergonzado de las diabluras que había estado haciendo. Se iba de viaje al hemisferio norte. Su equipaje consistía, en lluvias, granizos, escarcha, hielo, nieve, vientos, tormentas eléctricas, etc. Aquí nadie lo quería. Era un muchacho, un viejo diría yo, que había hecho mucho daño. Y todos los años repetía sus hazañas.
No quedaba otra cosa que soportarlo. Tal vez entendió que ya estaba demás y decidió irse-Por eso el sol ahora amo y señor del tiempo se sentía hinchado de gozo. Invitaba a levantarme. Y pronto estuve vestido con ropas más livianas. El grueso sweater, las chombas de lana, el abrigo, dormirían una justa siesta primaveral. Se lo merecían. Mucho soportaron en invierno. Habían cumplido su trabajo y tenían derecho a descansar. Con tierna despedida los cogí, apañé unos segundos y los coloqué en el lugar elegido para su estival descanso.
Tres cosas llamaron poderosamente mi atención. Mi madre había madrugado y estaba en la cocina preparando el “pino” para hacer unas deliciosas empanadas fritas.
Lo otro, sentí que el aire traía hacia mí la agradable sonoridad de una música marcial. Rápidamente salí a la calle y en la esquina estaba la banda del regimiento de la ciudad interpretando una hermosa marcha. Los músicos de uniforme militar estaban rodeados de muchachos de mi edad- La banda salía temprano del regimiento, recorría las principales calles de la ciudad interpretando sus mejores marchas y seguido por improvisados ”militares” que marcial y alegremente formaban un descompasado desfile. A veces yo participaba hasta cierta distancia de mi casa en este remedo de marcha. Era lindo, hermoso, inolvidable. Ahora ya, no visto más. Quedó en el pasado, sepultado en el recuerdo, en la memoria de algunos pocos.
Pienso por un lado, que los muchachos de ahora viven la artificialidad de la tecnología y están pegados a sus asientos. Y también pienso, que hoy el enclaustramiento del ejército en su papel de protectores de los ciudadanos no destinan tiempo para estas cosas triviales pero que tienen un encanto especial para la muchachada. Quizás esa cercanía les haría pensar diferente y considerarían más a esta institución.
Y vamos a lo otro que siempre me llamó la atención y que era para mí lo más grandioso: Cada casa por humilde que fuese, en sus frontis se alzaba orgullosa nuestra bandera chilena. La tricolor que acompañó siempre victoriosa a nuestras huestes defendiendo el territorio patrio y que en este día realzaba esta celebración adornando cada rincón de nuestro pueblo y de todo el país. Era el mejor saludo, el mejor adorno, porque era un emblema ganado con sudor, con sangre, con hombría.
Supongo que a todo ésto, Uds. ya le habrán puesto una fecha a estos sucesos ¿verdad?.- Claro era el día aniversario de la Primera Junta de Gobierno que hubo en Chile el 18 de septiembre de 1810.-¡Celebrábamos las Fiestas Patria!,- Por eso todo tan especial.
A la hora de almuerzo, mi madre que era viuda, un hermano un poco mayor que yo y mi persona, nos servimos jugosas empanadas y también probamos “papayas”, bebida muy gaseosa que nos hacía difícil su ingestión. Me gustaba mucho y me asustaba a la vez. Es que probábamos ese deleite sólo una vez al año. Eran tiempos difíciles.
Por la tarde visitaríamos y esto era tradicional, a unos tíos que vivían justo donde terminaban las ramadas. Estas ocupaban más o menos dos cuadras en extensión. Se hacían en una calle ancha. La calle que no se ocupaba la usaban para correr carreras “ a la chilena”..-
Las ramadas eran realmente de puras ramas. Al parecer en esa época no llovía como hoy día para esas fechas. También las ramadas me causaban cierto temor. Nunca entrábamos pero nuestra madre nos permitía asomarnos a atisbar lo que pasaba dentro a través de las ramas que no estaban tan apretujadas, como haciéndose cómplice para invitar a los curiosos e incautos a entrar.
Así, como se describen las primeras ramadas de nuestra historia, las chinganas, aquí ocurría lo mismo. Era la fiesta del pueblo, tradúzcase como bajo pueblo.
En las chinganas se cantaban canciones obscenas y escandalosas, se bebía mucho alcohol y se jugaba a las cartas. Eran muy comunes las peleas que terminaban frecuentemente con algún muerto.
Vi mucha gente ebria tanto hombres como mujeres y estas últimas sin nada de pudor. No generalicemos, algunas, y mostraban, en estado de ebriedad sus partes púdicas sin vergüenza. Las “cantoras”, señoronas ordinarias, con una guitarra más desafinada que ellas, entonaban cuecas que llevaban muchos matices obscenos. Ellos le llamaban “picardía” .
Entre las ramadas solía dejarse un espacio vacío donde ya a mediodía del día 18 estaban amontonados los borrachos. Aquellos que ya no podían soportar el trato que el dios Baco les imponía. Los carabineros de esas épocas no los llevaban presos o algo así porque esas víctimas alcohólicas y otros, gozaban de fuero que les otorgaba el país, puesto que era el” día de la libertad” y se podían exceder en ciertas conductas sin sufrir represalias.
Comparando estas fiestas con aquellas remotas “chinganas”, no había gran diferencia.
Crecí y llegué a ser adulto y no vi notorios cambios en este tipo de “celebraciones”. Quizás cambios meritorios sean la mayor vigilancia policial, menos ebriedad. También han asumido un rol importante instituciones que organizan ramadas con fines benéficos.
Pero lo nefasto es que “el pueblo” ahorre dinero para pasarlo bien, lo cual no es malo, hay que recrearse. Lo malo que no priorizan sus gastos y derrochan dineros que les sirve para dar un mejor bienestar a su familia y que redunda directamente en un mal ambiente para el educando.
Es de esperar que esta forma de celebración vaya desapareciendo de nuestro país. Me adhiero al pensamiento del psicólogo Gustave Le Bon:
“Hay elementos ya usados no adaptables a las necesidades modernas y que deben desaparecer. Pero estos cambios materiales implican desde luego cambios de mentalidad . Los medios de actuar sobre el alma de los hombres son poco numerosos. La educación constituye el único medio de acción.”
Si queremos un Chile mejor todos debemos eliminar ciertas conductas atávicas que nos quedan y así ganarnos el respeto de todos.
3 comentarios:
Como siempre me gusta como escribes, muy lindo tu relato, pero no por eso no deja de ser polémico, pues de alguna manera planteas que no nos quedemos en el pasado y nos replanteemos de alguna forma
Como siempre me gusta como escribes, muy lindo tu relato, pero no por eso no deja de ser polémico, pues de alguna manera planteas que no nos quedemos en el pasado y nos replanteemos de alguna forma
Leerlo me izo imaginar que estaba ahí. jeje.. que lindo.
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