"LOS CUATRO DARDOS DE CUPIDO”
El que no tiembla de amor
no comprende ni conoce
ni cuando sale la luna
ni lo honda que es la noche
ni por qué la hojita es verde
ni porqué mueren los hombres
( Doina popular rumana )
Durante nuestra existencia nos vemos conducidos de la mano de los instintos llamados primarios: el instinto de supervivencia y el instinto de conservación de la especie...Naturalmente hay otros instintos.
Los hechos que deseo narrar están relacionados con el instinto de la reproducción; aquel instinto que nos presiona, nos insta a relacionarnos con una mujer si es hombre y viceversa. Más claro, nos abre camino hacia la relación con el sexo opuesto.
Cuando las hormonas que rigen nuestro instinto sexual empiezan a bullir en nuestro torrente sanguíneo, refiriéndonos sólo a lo que ocurre en el hombre, éste empieza a sufrir una transformación que le deviene de niño en adulto, pasando por una etapa llamada adolescencia donde las dichas hormonas brincan a su regalado gusto y hacen al joven cambiar una enormidad y por muy retraído y calmo que sea, le hace vibrar tan frenéticamente que hizo decir a un pensador: ”Si la juventud es un defecto, muy pronto pasa”.
Poco a poco, paso a paso y en edades parecidas nosotros, los hombres, sentimos que en nuestro ser, en nuestro ser global, aparece un sentimiento nuevo, atrayente que se llama amor.
En mi caso particular, sentí o creí sentir interés por varias jovencitas y también mujeres hechas y derechas. Amores. Amoríos; pasiones que todos sentimos o hemos tenido y que terminan transformándose en nada; simples ilusiones. O bien, concretándose en amores correspondidos, algunos platónicos otros no tanto. Otros que terminan en uniones “hasta que la muerte nos separe” .Y así aparecen amores y desamores. Toda una gama de sutilezas amorosas. ¿Dónde está la novedad de todo ésto? Simplemente no la hay.
Sabemos que en la mitología griega y romana el Dios del Amor era representado por un niño que iba armado de un arco y flechas y le llamaron Eros los griegos y Cupido los romanos. Debo aclarar que para mí Eros es el Dios que representa al amor erótico, a la pasión. Y Cupido representa el amor amor.
La síntesis aclaratoria escrita más arriba nos hace presumir que Eros y Cupido están interviniendo en los hechos citados en forma individual y mezclados. Es un verdadero lío de ambos dioses.
Lo que sucedió en mi vida fueron cuatro hechos amorosos que no están incluídos en la breve reseña anterior porque representan un importante desafío a mi memoria y a mi ego y que dieron y siguen dando aún mucha vida a este corazón donde se supone se cobijan los avatares clasificados como románticos.
Va el primero: mitad de la cuadra donde se encontraba la escuela primaria ( hoy básica) donde estudié, se hallaba una vieja casa habitada por el auxiliar (portero) del Liceo de la ciudad. Frente a su casa, por la vereda iba y venía hacia y desde mi escuela todos los días. Hacia allá muchas veces solitario y a la vuelta acompañado por varios de mis compañeros. Un día, regresando de la escuela, en grupo, en el umbral de la puerta la ví por primera vez. Era una linda jovencita, más bien una niña, de carita redonda, mejillas muy sonrosadas y aquella mirada que me traspasó cabeza, cuerpo y corazón y se quedó anidada en alguna parte de mi infantil humanidad. Después de ese día, mi obsesión era verla, sentir su mirada, captar algún asomo de interés por mí. Fue un aliciente más para ir al colegio. Añoraba su presencia y en dos ocasiones más sentí agitarse mi corazón al verla nuevamente y sonrojarse más al obsequiarme su anhelada y cálida mirada y retirarse rápidamente de su pequeño pedestal de diosa. Hizo a mi infantil vida rodearla de una aureola de felicidad; de un inexplicable sentimiento de alegría que me acompañó por muchos años.
Va el segundo: Era la primavera de mi vida, respiraba juventud por todos mis poros. Cursaba sexto año de Humanidades. La vida me sonreía. Iba como una hoja al viento, ondulando en el aire de mi despreocupación, respirando el aire limpio de un sosiego que yo me creaba y que me conducía a una relativa felicidad. No tenía futuro que me perturbara, ni pasado que me atormentara. Sólo tenía presente y ese presente me llevó hasta la Plaza de Armas de la ciudad, un día domingo. Fue una premonición. Creo más bien una broma del destino. En frente de la plaza, en una esquina se hallaba un grupo de personas del Ejército de Salvación, venidos tal vez de Concepción o Talcahuano. Su música me atrajo y me puse muy cerca de ellos. Pero no fue la música la que robó mi atención. Sino ella, la jovencita de figura esbelta, de cara redonda y mejillas sonrosadas. ¡Era ella, la amada desaparecida!. En realidad, no lo podría asegurar. No importaba. Me miró y se sonrojó más aún. Tornó su cabeza unos instantes y luego me volvió a mirar. Si hubiese sido hielo me hubiese derretido. No me derretí pero nuevamente mi corazón se aceleró, porque frente a mí, por segunda vez, estaba la mujer de mis sueños, la amada deseada que llenaba mi vida, con la que siempre soñé, la que me devolvía la razón de existir. Fue lo más cerca que la tuve. Dos metros, dos miserables metros me separaron de ella. Los hombres hicieron un giro y marcharon y ella se fue con ellos. Mi vista se extasió mientras se alejaba, pero mi corazón entristecía por un instante. Nunca más la ví, pero me dejó un hálito de felicidad porque me miró, y quizás unos segundos me amó. Eso era lo que mi alma reclamaba: gotitas de amor. Cuando estudié en Concepción, inútilmente seguía tras de un Ejército de Salvación que aparecía de vez en cuando. Fue inútil. Ella no era para mí. ¿Acaso mi destino era vivir sin el verdadero amor por el cual añoraba?
Va el tercero: Fue una visión más pasajeras que las otras. Fue para vísperas de Año Nuevo. Todavía seguía en Primavera. La ví cuando íbamos a un baile popular de la localidad. Acompañaba a un hermano mayor, amigos y familiares. Desgraciadamente era de noche. Nos vimos unos minutos. Era jovencita, su carita blancucha, su figura de niña tímida. Sus ojos rompieron la oscuridad para buscar los míos. Dos veces había ocurrido lo mismo. La ví como al descuido en medio de la gente que la acompañaba. Nunca supe quien era y que se hizo. Tal vez me acerqué a ella y conversé. La verdad no recuerdo. Tampoco recuerdo si llegó al lugar donde íbamos. Como esa mariposa llamada efímera. Así, qu¡zás! desapareció de mi vida. ¿Acaso sería un sueño?. No, soñando me dejó hasta hoy día. Son recuerdos de un Cupido juguetón. Nunca me dejaron tristeza, sino un ensueño que abrigó cálidamente mis esperanzas fallidas y le dieron fortaleza a mi vivir para soportar con hidalguía las sorpresas desagradables que el devenir pudiera depararme. Esas tres figuras femeninas me hicieron feliz.
Así como un infante británico, podía entonar: “Con una sonrisa y una canción la vida es alegre como un hermoso día de sol”. Hoy estoy en la plenitud de mi vida. Quizás en un Otoño anticipado y sigo siendo hombre grande porque no he perdido el corazón de niño.
De las tres anteriores “aventuras” románticas, sólo nos unió una mirada. Tan sólo fueron un hermoso e inmenso sueño nacido para compensar mis ansias de conocer a un ser que me sacara de mi eterna soledad. Fueron flechas lanzadas por Cupido, no por Eros.Tal vez quise y aún lo deseo que esos dardos que traen mensajes de amor penetraran profundamente en el sincisio de mi corazón y se quedaran quemando cada una de mis células para energizar la fatiga que consume cuando al final del camino haya alcanzado el amor ideal que anhelamos.
El silencio, la lejanía, el desconocimiento de esas mujeres tan entronizadas en mi mente y corazón, nunca rompieron el encanto que de ellas guardé. No las conocí y eso fue parte de lo hermoso de ese irreal amor. Conocí lo bello, me mostraron la parte loable. Sus defectos nunca me los imaginé. Me quedé enredado en la atracción de esa primera visión que con larguesa me brindaron.
Corrobora estas apreciaciones mías la gran Gabriela Mistral al escribir:”Cuando la vida se pierde en amoríos breves e insípidos se ha de llegar a la vejez sin un recuerdo que lo llene y lo entibie“.
Va el cuarto: Estoy de pie sobre un piso. Teóricamente quiero significar que el mundo está a mis pies, está a mi alcance, no estoy aislado y desde mi imaginario escenario veo mucha gente, muchas me conocen. Pero dentro de ese conglomerado humano nuevamente me encuentro con una bella mujer que emerge claramente, que se distingue y me mira y me habla desde la profundidad de su corazón. Creo me invita a compartir parte de su existencia. Ahora mi ensoñación está más cerca de la realidad. Pero su amor, es una incógnita y una lejanía. Sólo pienso en el futuro (que me va a torturar), aunque no me siento encadenado al pasado. Pero el presente se me escapa. Parado sobre el piso me alzo como en rebelión conmigo mismo. Son muchas situaciones personales que invaden negativamente mis perspectivas amorosas. En una mano sostengo un papel y en la otra una pistola. El papel es un mensaje para ella. No quiero que huya de mi vida como huyeron las anteriores. Le pregunto si puedo apoyarme en la permanencia de su amor. Presiento, adivino su respuesta. ¡Todo es demasiado tarde¡ Aunque le diga que ella cambió la ruta de mi vida y que me hizo sentir como en la gloria. Y en sus ojos vi tanta ternura y yo, sin embargo, poco es lo que tengo si quiere mi amor. La pistola que sostiene mi otra mano pronto habrá de solucionar tontamente mi dilema, mi tormento. Pero debo aclarar que como todo ésto es ficción (¿) y producto de una ensoñación, la pistola dispara agua ( para enfriar mis febriles pensamientos)-No quiero salir herido, no me quiero mojar, porque ella nunca sabrá mi simbólico sacrificio y por tanto, la pistola, tampoco está cargada. La mano que sostiene el mensaje dirigido a ella lentamente comienza a apretar el papel, cada arruga de él es un quejido de mi alma, es un definitivo adiós a un sueño. Finalmente, el papel queda transformado en una pelotita y mi corazón hecho un guiñapo que agoniza. Hay una ventana abierta que da al lugar donde ocurre esta tragedia y tiro la pelotita a través de ella que ha estado esperando cansada este frustrado final.
Bajo de mi improvisado escenario y me dejo caer meditabundo en un sofá. Reflexiono:”En el mejor de los casos la vida reserva muchas desilusiones, sorpresas, frustraciones”. Una húmeda lágrima resbala de mis ojos y pienso: “La causa de mis lágrimas ignoro ¡Pero de vez en cuando se me oprime el corazón…y lloro".
4 comentarios:
Que lindo escribes King Arthur
Mis comentarios siempre han sido honestos...me gusta su prosa y debo decirle que quizás me atreva a enviarle algo que tengo escrito desde hace mucho tiempo....pero aun no me he atrevido a mostrarlo....creo que usted sabe tomar las palabras simples y adornarlas cual poeta.Lo mío es demasiado realista...quiero arreglar eso.
Ahora entiendo lo de los dardos....
no pude ingresar pues olvidé, como todo olvido últimamente, mi contraseña...asssss....soy yo----la reina.....lony
Escribe muy lindo.
El tema muy bello, y triste a la vez, porque en la vida al parecer hay que pasar por todo para aprender.
Muchos cariños.
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